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    Ainhoa Espinosa de Luzarraga, especialista en neuropsicología y sexualidad.Ainhoa Espinosa de Luzarraga, especialista en neuropsicología y sexualidad.Ainhoa Espinosa de Luzarraga, especialista en neuropsicología y sexualidad.Ainhoa Espinosa de Luzarraga, especialista en neuropsicología y sexualidad.
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    “Manejo del deterioro conductual basado en la ética y la dignidad”. Nuevas formaciones al equipo socio-sanitario de Fundación Aspaldiko.
    16 enero, 2024
    Nueva colaboración con APNABI- Lurgorri, «Conocer para dar valor. Daño cerebral»
    13 febrero, 2024
    Publicado por Ainhoa Espinosa de Luzarraga
    Categorías
    • atención centrada en la persona
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    Tags
    • conducta
    • Formación
    • neuropsicología

    “¿Ha lanzado el vaso o es agresivo?”.

    Repasando cuándo y cómo tratamos de modificar conducta en las unidades convivenciales.

    “Manejo del deterioro cognitivo-conductual basado en la ética y la dignidad”.

    Todos estamos de acuerdo en que es imprescindible crear unos buenos cimientos antes de construir una casa.

    Desde este punto de partida iniciamos la formación en conducta basada en la ética para plantear una intervención conductual eficaz y respetuosa.

    Lo primero, en el caso de plantearnos intervenir sobre una conducta lo haremos sobre una conducta concreta y objetivable (lanza un vaso al suelo y grita) y no sobre la posible interpretación personal que hacemos acerca de esa conducta (está irritado y es agresivo).

    Por lo tanto, los cimientos para poder plantear una correcta intervención conductual son identificar una conducta concreta que queremos y debemos modificar y valorar los antecedentes (que pasa antes) y consecuencias (y después) de la misma. Si no partimos de este planteamiento estaremos tratando de sobrevivir ante los múltiples conflictos propios de la convivencia entre personas con condiciones de salud diversas, pero no estaremos en el camino de modificar un comportamiento que no favorece a la persona atendida.

    Una vez identificada la conducta específica, que ocurre inmediatamente antes y lo que obtiene a través de ella, consensuaremos en el equipo el tipo de metodología

    que vamos a aplicar de manera unificada y mantenida y durante un tiempo limitado.

    En este planteamiento debe aparecer la reflexión de si debemos, o no, tener como objetivo modificar tal conducta como profesionales del cuidado y, si lo hacemos, hacerlo siempre en beneficio de la persona y no nuestro o del entorno. Es decir, valorar si partimos del respeto a la esencia y derechos de esta persona.

    Nos deberíamos preguntar si su manera de actuar es un peligro para sí mismo/a

    o para los demás, o realmente es incompatible con la convivencia que nosotros le ofrecemos. Somos conscientes de que somos entorno y por tanto que impactamos en su adaptación o no a las circunstancias según lo que ofrezcamos y cómo lo ofrezcamos.

    A modo de ejemplo; una persona residente en la unidad convivencial cada vez que entra en el gimnasio tira los objetos que están a su alcance y, como consecuencia le invitamos a salir por lo que no realiza su sesión de fisioterapia.

    Seguimos insistiendo en que acuda al gimnasio como parte de su plan de tratamiento porque queremos que mantenga sus capacidades actuales y, se mantiene esta situación.

    En este ejemplo parece que esta conducta agresiva aparece como un medio para evitar esta actividad por lo que deberíamos plantearnos las siguientes cuestiones antes de etiquetar su conducta como la propia de una persona con alteración conductual ( y probablemente dejarle a largo plazo con esa etiqueta en vez de con una descripción de su manera de actuar):

    • ¿Hemos explicado de manera adaptada a su estado cognitivo los beneficios funcionales o para su calidad de vida de este trabajo? ¿Conocemos (o la persona de referencia conoce a través de su “historia de vida “) aspectos que inciden en su calidad de vida o sólo es importante para nosotros que realice esta actividad?
    • ¿Hemos escuchado y tenido en cuenta su punto de vista? ¿Le hemos implicado en el desarrollo de la actividad física?
    • ¿Ofrecemos un contexto apropiado?, ¿Podemos ofrecerle otro contexto más cómodo o apto para su caso en el que poder potenciar las mismas habilidades motoras a trabajar?
    • ¿Hemos respetado su voluntad de acudir o no a estas sesiones en ese contexto?
    • ¿Nos hemos anticipado para evitar que siga manifestando este comportamiento?

    Una vez identificados los antecedentes (llevamos al gimnasio), la conducta (tira objetos), y las consecuencias (no realiza esta sesión), hemos ofrecido otro espacio (jardín), en otro horario, pautado y negociado entre la persona y el equipo teniendo en cuenta las posibilidades de la organización general y no ha vuelto a usar esta conducta. Colabora en su mejoría motora ya que la considera importante para mantener su autonomía actual.

    Con este punto de partida hemos iniciado los primeros cursos de “Manejo del deterioro cognitivo-conductual desde la ética”, construyendo cimientos. Definiendo conductas, antecedentes y consecuencias siempre desde el respeto a la individualidad.

    Aquellos que nos dedicamos al cuidado somos conscientes de que el entorno que ofrecemos impacta y provoca cambios en el comportamiento ajeno. Una gran responsabilidad que justifica revisar las maneras de proceder actuales mejorando el bienestar de cada persona, ya sea la atendida o la dedicada a su apoyo.

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    Ainhoa Espinosa de Luzarraga
    Ainhoa Espinosa de Luzarraga
    Neuropsicóloga especializada en ayudar a aquellas personas con diversidad funcional y a sus familiares incluyendo la importante dimensión de la sexualidad. Especializada en labor clínica y formación.

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