Sabemos que tras una lesión abrupta de este tipo se pueden observar cambios en el ámbito motor de la persona (por ejemplo, no mueve bien una extremidad), en el cognitivo (por ejemplo, se pierde en una conversación) y/o en su forma de ser o sentir (no muestra iniciativa o reacciona de forma diferente a la habitual).
Me gustaría añadir que en aquellas personas que han sufrido un dca y, no tienen implicaciones motoras o su evolución es buena, se pueden enfrentar a la falta de evaluación y diagnóstico de secuelas en la esfera de lo cognitivo- conductual, aún más si éstas son leves. Todo ello puede provocar una atribución de causas erróneas ante los cambios debido a la falta de comprensión de las secuelas orgánicas, responsabilizando a la persona afectada de las mismas.
Hago este inciso por insistir en la importancia de una buena evaluación de déficit cognitivo conductuales tras un ictus, un TCE, una encefalitis, etc. para evitar aumentar las de por si complicadas dificultades de aceptación de la nueva realidad en la persona y su entorno.
En cualquier caso, ante el cambio de alguna de estas esferas; motora, cognitiva y emocional, se ve afectada la condición de vida de la persona, provocando la necesidad en reconstrucción de la identidad personal y la aceptación del impacto que causa en su entorno más cercano.
Estos posibles déficit provocarán alguna limitación, de mayor o menor magnitud en la vida cotidiana de la persona, y también en mayor o menor medida en su manera de relacionarse a nivel social y familiar.
En aquellos casos en los que existía una pareja previa a la lesión, parece lógico pensar, que ésta podrá verse afectada de manera especial por la situación.
Si otorgamos el valor que merece a la salud sexual, como proceso relacionado con el bienestar de las personas, deberíamos de ser capaces como sociedad de ofrecer un entorno que acompaña en estos cambios a las personas que cambian, de manera más abrupta a lo habitual, tras una lesión neurológica.
Solo de esta manera podrán adaptarse al cambio, aceptar su nueva identidad y su relación con las relaciones afectivas previas y poder volver a cubrir las necesidades humanas básicas como el deseo de contacto, intimidad, expresión emocional, placer, ternura y amor.
La posible problemática en la manera de vivir la sexualidad en personas con discapacidad son de difícil manejo por parte de las parejas afectadas ya que, en ocasiones, no han dispuesto de tiempo ni acompañamiento para ajustarse a la nueva situación. Pueden transcurrir años hasta aceptar la situación sin esperar grandes cambios mientras que, en otros casos, el ritmo es más rápido, si bien en ambas existe un tiempo en el que las parejas de los afectados se adaptan por lo general a las necesidades sexuales del otro sin pedir apoyo clínico, siendo un ámbito tan relevante para la calidad de vida individual y de la pareja. En este sentido, la sobrecarga que puede sentir un familiar puede ser consecuencia de una falta de cuidado o atención tanto por los protagonistas como por el mundo sanitario.
Al igual que se hace imprescindible la intervención en neurorrehabilitación con el fin de restituir o compensar aquellas capacidades perdidas, se debe potenciar la reconstrucción de la identidad, la aceptación de limitaciones tras el cambio, y la aceptación de los efectos de estos en la persona y en su entorno y/o en la pareja. En cualquier caso, se deberían tener en cuenta las posibles interferencias en la salud sexual de tales cambios.
La coterapia es de gran ayuda en la evolución general y, más concretamente, es recomendable evaluar con las personas cercanas si existen cambios en la manera de relacionarse íntimamente o, si han cambiado las formas en las que cubrir sus necesidades básicas humanas de ternura, afecto y disfrute.
En este momento de evaluación es donde pueden aparecer los miedos a no cubrir las expectativas del otro/a, la falta o el exceso de deseo, el rechazo a la nueva esencia de la persona, las dificultades de aceptación de la imagen personal etc. A todo ello, podrían unirse las interferencias en la sexualidad del resto de secuelas cognitivas.
Evaluando la salud sexual tras la lesión, podremos intervenir y explicar las causas que la provocan la nueva situación. Tan solo trabajando desde un punto de vista holístico del ser humano que incluye la sexualidad como “una parte central de la identidad del ser humano” (OMS) directamente relacionada con su calidad de vida, evitaremos reforzar el tabú dañino existente en la sociedad y que recaiga únicamente en las familias o en los propios afectados el abordaje de los posibles déficit.