Somos seres sociales. En la interacción social de cada día debemos ajustar nuestras conductas y emociones a cada situación. Dependerá de la cognición social de cada individuo que éste se adecúe, con mayor o menor éxito, a la gran variabilidad de momentos del día a día. Por tanto, entendemos la cognición social como la capacidad cognitiva que nos permiten ajustar nuestro comportamiento, emoción, lenguaje verbal y no verbal durante la interacción interpersonal. Esta capacidad cognitiva, una más entre las que ya conocemos, nos permite identificar primero nuestras propias emociones y su expresión y después, las de los demás.
La cognición social se define como un constructo al que pertenecen un conjunto de capacidades, entre las que se incluye la percepción social. La percepción social posibilita la identificación de las emociones a través de las expresiones faciales. Existen ciertas condiciones clínicas en las que las bases neurales que sustentan este proceso se encuentran afectadas, produciendo dificultades en la comprensión y expresión de emociones faciales, tanto en el propio rostro, como en las caras de los demás (hieratismo o falta de expresividad…).
Desde una atención global de la persona, deberíamos tener en cuenta las posibles dificultades derivadas de otras alteraciones cognitivas como por ejemplo; las agnosias en las que se puede ver afectada la capacidad para reconocer caras (prosopagnosia) o aquellas alteraciones del habla que provocarán que la prosodia o melodía del lenguaje de la persona afectada no refleje su intención emocional implícita en el mensaje (disprosodia). Algunas de ellas, obviamente, se manifestarán también en la interacción social de la persona y en ocasiones, interferirán en su buena marcha.
En la vida cotidiana ponemos en práctica capacidades como las siguientes:
Por lo tanto, las alteraciones en cognición social ocasionan que puedan existir dificultades a la hora de:
Todos ellos son aspectos que conllevan vulnerabilidad en la persona y en sus interacciones con los demás.
La llamada teoría de la mente también engloba procesos pertenecientes a la cognición social. La teoría de la mente se define como la habilidad de inferir los estados mentales de los demás, intuir sus pensamientos, creencias, deseos y/o emociones.
Cuando existen dificultades a este nivel y falla esta habilidad para inferir como se siente el otro y, mucho menos existe capacidad para generar cambios en consecuencia, se pude interpretar como falta de empatía, exclusivamente emocional y no relacionada con la parte cognitiva del ser humano.
Puede ser habitual atribuir la falta de reconocimiento emocional ajeno a falta de interés, generosidad, o entrega, es decir como un acto voluntario (pensar que lo hace adrede). Por descontado, atribuir este tipo de causas crea mucha más carga emocional en el entorno, causa rechazo social y obtiene por lo general peor compresión social de estas conductas que son puramente consecuentes (una vez más) al déficit cognitivo de la persona (no muestra capacidad para reaccionar de manera empática). Dicho de otra manera, en muchas ocasiones lo que estará fallando en la interacción es la falta de cognición social que no permite intuir cómo se siente la persona con la que nos relacionamos.
Por ello y existiendo mayoritariamente atribuciones de tipo voluntario y menos relacionadas con la lesión neurológica, creo que sería importante dar a conocer y sensibilizar acerca de la existencia de esta capacidad cognitiva. A su vez y, tan solo en mi opinión, este trabajo en reconocimiento emocional e inferencia de estados emocionales ajenos debería ser incluido en nuestro trabajo clínico habitual. Una vez más, quedaría más que justificado el trabajo en cognición social dentro del plan de tratamiento de cada persona, una vez más, ser social.
Considerando que la puesta en marcha diaria de esta capacidad interfiere en la calidad de nuestras relaciones con los demás, en los talleres de sexualidad incluimos, también, el trabajo en cognición social. En estas sesiones grupales llevamos a cabo, entre otros, ejercicios en los que debemos identificar nuestras emociones y las ajenas en diferentes situaciones sociales (un funeral, una fiesta, una cena íntima, una reunión…) y/o con personas con las que mantenemos mayor o menor confianza o trato (una amistad, una persona con un cargo superior, un hermano…). Trabajamos el ver cómo influye el contexto donde tienen lugar las interacciones sociales y que el tipo de respuestas verbales (contar un chiste, estar callado, contar algo que forma parte de nuestra intimidad) y no verbales (sonreír, tipo de contacto visual, postura) deben ser distintas según la situación y la persona con la que estemos. En definitiva, comprendemos lo que se espera de cada situación social y tratamos de adaptar nuestro comportamiento a ello sin perder el valioso estilo personal y diverso de cada individuo.
Teniendo en cuenta la necesidad e importancia de estas capacidades y en mayor medida a la hora de conocer a nuevas personas o de manejarnos en situaciones sociales diferentes a las habituales, el trabajo en cognición social se ha convertido en una parte esencial de los talleres de afectividad y sexualidad.
En la parte 2 expondremos ejemplos de dinámicas de cognición social enfocadas a la sexualidad humana.