El que el paciente pueda asumir estos cambios relacionales implica mucho trabajo en conciencia de cambio y aceptación de la nueva situación. Este es uno de los objetivos principales que el/la neuropsicólogo/a debe de perseguir a puerta cerrada junto con la persona afectada y su entorno. Si bien, para consolidar los aprendizajes hay que acompañarlos de una coherencia fuera del despacho utilizando el lenguaje oportuno. De ahí el ejemplo de llamar “expareja” a la persona con la que ya no se mantiene una relación íntima.
Se trata de centrar a la persona en el aquí y el ahora y en consecuencia ajustar sus expectativas. Es importante situar en la realidad a la persona, por duro que esto resulte. Al confrontar con una realidad que se impone, existirá una respuesta a nivel emocional para la que tenemos estrategias de afrontamiento y mejora. No olvidemos que parte del desarrollo personal es ir aceptando la nueva realidad, no se la neguemos, enseñémosles a disfrutar y buscar el sentido de esta nueva etapa.
No sobreproteger es una tarea en ocasiones difícil, pero es importante asumirla siempre que la persona tenga capacidad cognitiva suficiente y nuestra intervención revierta en una mejoría para su vida personal y funcional.
Independientemente del género y/o orientación sexual, ante una ruptura de pareja, hay que definir lo que es y no es una pareja. Solemos ofrecer varias pistas sobre las que reflexionar; si existe un proyecto común, si hay un compromiso entre las personas, si se comparte una intimidad excluyente del resto o si existe deseo erótico y/o manifestación del mismo.
En resumen, merece la pena situar al paciente en la realidad sin sobreprotegerle, acompañarle en la aceptación de cambios y en la búsqueda de nuevos retos de crecimiento y satisfacción personal.