En una formación con compañeros me hicieron la siguiente pregunta; ¿incluyes a las personas que muestran desinhibición sexual en tus talleres?.
Siempre he defendido la eficacia de la intervención antes dificultades conductuales ya que los cambios suelen ser importantes al aplicar las estrategias de los modelos teóricos de modificación de conducta. De la misma manera, en mi opinión, educar hacia una salud sexual positiva es también beneficioso para aquellas personas que, por desgracia, muestran dificultades para inhibir sus respuestas.
A aquellas personas que acuden a un recurso socio-sanitario se les suele dar la opción de participar en un taller de «afectividad y sexualidad» dentro de un amplio plan de actividades cuyo objetivo es mejorar su calidad de vida.
Si bien la experiencia nos dice que los talleres que abordan la sexualidad humana no fomentan la posible desinhibición de sus participantes. Al contrario, la experiencia nos dice que estos grupos de trabajo potencian:
· el estudio de la conducta por parte del equipo,
· el acompañamiento en la toma de conciencia de déficit,
· la posible anticipación para la evitación de conductas,
· las alternativas diferentes a la conducta a extinguir,
· y las claves de éxito en cada caso único.
Con carácter previo al taller y de manera general, al tratar de disminuir una conducta desinhibida lo primero que solemos hacer es seleccionar una conducta concreta de la manera más objetivable y especifica posible (por ejemplo, que no toque a la persona con la que habla). Después estudiaremos los antecedentes o los estímulos que provocan que se dé tal conducta (cuando se relaciona de manera individual y no es su turno). Así mismo, analizaremos las consecuencias de tal comportamiento o la respuesta que obtiene del entorno, los posibles beneficios (por ejemplo, la atención social).
Una vez en el desarrollo del taller, trataremos de modificar este aprendizaje (antecedentes y consecuencias) que sostiene la desinhibición, enseñaremos estrategias de regulación conductual y potenciaremos la cognición social (selección de respuestas adecuadas según contexto, relación existente, etc.), y el razonamiento adaptándonos a sus posibilidades cognitivas.
En esta misma línea, a través del taller, potenciaremos el auto concepto a través del feedback de compañeros con los que, en ocasiones, aparece la conducta desinhibida.
Por otro lado, un beneficio secundario de tratar este ámbito es que así también se consiguen evitar riesgos al compartir la situación con el entorno. En su caso, explicamos las causas orgánicas de la conducta (por ejemplo, esta reacción aparece por la lesión que sufrió, igual que la falta de fuerza de su pierna). De este modo, fomentamos la empatía con la persona afectada y será más fácil evitar atribuir causas erróneas a tal comportamiento.
Cuando perseguimos disminuir cualquier conducta debemos reforzar la ausencia de la misma. Es decir, premiamos cualquier otra respuesta que no sea la que buscamos modificar, (por ejemplo, si en vez de tocar al otro, se frota las manos). Si este refuerzo se obtiene durante las sesiones grupales del taller por parte de los compañeros, y también se extiende a fuera del mismo, es muy probable que la intensidad y frecuencia de la desinhibición se vea reducida con el tiempo.
La puesta en común por parte de todos los miembros del equipo (fisioterapeutas, logopedas, psiquiatras etc.) resulta clave para la generalización de los aprendizajes. Se dan pautas para que esta intervención conductual se haga extensiva a cada momento relacional, y se pretende que no se limite a los momentos del taller.
Igualmente, la familia es conocedora de las pautas de manejo y la co-terapia funcionará si se comparte la evolución y se va actualizando.
En definitiva, se pretende facilitar el crecimiento de la persona protagonista, de su entorno y del equipo profesional.