Nuestra propia ética dirige nuestras actuaciones, basándose en principios individuales, únicos y en constante cambio. Es decir, cada ser humano tiene sus valores o convicciones internas que le hacen ver la realidad de una manera concreta y, en consecuencia, elegir un comportamiento frente a otro.
Partiremos de esta idea en el próximo curso en el centro residencial Gurena. Merecerá la pena reflexionar acerca de aquello que nos mueve, a nivel racional y emocional y que condiciona nuestra actitud y disposición para con los demás.
Trataremos de potenciar el conocimiento personal para llegar, mas adelante, a valorar la percepción de equipo, que no, de grupo de trabajo, así como las fortalezas y debilidades de éste.
Repasaremos las pautas de manejo recomendables en aquellas intervenciones con personas con mayor diversidad funcional, centrándonos en la persona como única y merecedora de la mejor atención global por parte de un equipo comprometido y responsable como es el de Gurena.
Basándonos siempre en que las relaciones humanas son terapéuticas por sí mismas, profundizaremos en cómo se garantiza en el funcionamiento del centro, la calidad de vida, autonomía, autodeterminación, intimidad y disfrute de una salud sexual positiva de cada persona residente. Cada persona debería ser protagonista de su proyecto de vida y los diferentes profesionales debemos propiciar un contexto que ofrezca oportunidades de satisfacción y continua mejora personal.
En definitiva, parar y pensar cómo mis actuaciones como profesional del cuidado garantizan los derechos de la persona residente, A lo largo de las jornadas formativas fomentaremos tanto el conocimiento técnico, como la empatía y la validación psicológica de las personas en circunstancias de mayor dependencia.
Una vez más, las relaciones humanas son terapéuticas, por lo que viviendo en sociedad se hace necesario mantenernos en constante reflexión y crecimiento. Crecimiento individual que revertirá en crecimiento y cambio social.