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Más de un año de pandemia nos ha cambiado la vida. Las medidas de protección más visibles como el uso de mascarilla, un mayor cuidado de la higiene de manos y el mantenimiento de la distancia social han interferido en nuestras vidas. También lo ha hecho la limitación de los aforos y los cierres perimetrales.
La aplicación de estas medidas no ha ido acompañada de una preparación y tampoco ha existido un aprendizaje previo para su seguimiento, por lo que han afectado en mayor o menor medida según la capacidad de adaptación de cada individuo, las circunstancias individuales o el momento vital de cada persona.
Estas medidas se adoptaron en un momento en el que veníamos de vivir un confinamiento inicial, una medida de retiro domiciliario que, de manera novedosa y abrupta, interrumpió nuestras vidas y al que según las estrategias personales y las circunstancias de cada persona se produjo una mejor, o peor adaptación, y del que, en cualquier caso, arrastramos una serie de sentimientos desagradables y un consecuente cansancio emocional.
Hablamos de todo esto con la neuropsicóloga Ainhoa Espinosa de Luzarraga, especializada en ayudar a aquellas personas con diversidad funcional y a sus familiares incluyendo la importante dimensión de la sexualidad. Por cierto que este último aspecto también se ha visto especialmente afectado por las medidas de protección. La mascarilla nos impide obtener la importante información que aportan los gestos del rostro, la distancia hace que evitemos nuevos contactos y el miedo nos aleja de otras personas. La menor estructura cognitiva de la que ahora disponemos complica las relaciones humanas. Sentimos inquietud, ansiedad e incertidumbre.
Seguro que muchos/as escuchantes se sienten reflejados en la charla. Las palabras de Ainhoa Espinosa de Luzarraga pueden ayudarles a salir del bache.